martes, 29 de enero de 2013

LA IGLESIA DE GABOR


Y Fin. Con esta “explicatio non petita” daremos por cerrado el tiempo de Gente abollada. Justamente ayer, un año después de la presentación del libro, me dieron la noticia de que, al parecer, Sentado en una silla helada verá la luz en un plazo relativamente breve.

La iglesia de Gabor es el relato que cierra el libro. Si el primero era un homenaje a Cortázar, este último es un guiño a otro de mis autores favoritos, Gabriel García Márquez, el entrañable Gabo al que ya se apunta desde el mismo título.

Surgió esperando el autobús, otra vez fuente de inspiración aunque sea circunstancial, en una parada de mi barrio. Un grupo de sudamericanos hablaban a mi lado acerca de un amigo que acababa de abrir una boquetería. Al menos es lo que yo entendí. Sin duda se referían a una bocatería pero me hizo gracia la confusión y el origen de la misma. No me costó imaginar una tienda en la que vendieran boquetes. Inevitablemente el realismo mágico vino detrás.

La primera frase, el primer párrafo, los escribí en mi cabeza durante el trayecto de vuelta a mi casa. El nombre del protagonista, la referencia climatológica, algunas palabras... pretendía situar al lector en otro plano. Inicialmente el texto se quedaba por la mitad, incluso lo llegué a presentar a algún concurso –sin éxito, huelga decirlo- pero después lo fui alargando, hasta dejarlo tal y como se publicó, pues creí que la historia aún podía dar para algo más.

Aquí termina la pequeña historia de este libro. Empezamos una nueva aventura. Quedan todos invitados.

Hasta siempre.

domingo, 27 de enero de 2013

SEXO, CÁRCELES Y UN SOPLO EN EL CORAZÓN


Penúltima. Otra vez tres ideas entrelazadas y la búsqueda del contraste, intento de encontrar lo bello en lo más extremo. Lo del sexo es bastante evidente, lectores hubo que criticaron la dureza del comienzo, una historia que me cerró las puertas del público escolar. Quise entrar de lleno e ir suavizando, matizando, reflejar una realidad que ahí está y que es áspera como “papel de lija amargo”.

Lo de las cárceles se me ocurrió al ver una película, el cine otra vez. Con el gran Alberto San Juan y la siempre estimulante Emma Suárez. Se llama Horas de luz. Basada en hechos reales, habla de la historia de amor de un asesino y la enfermera que lo cuidaba en prisión. El protagonista del texto es un presidiario que ha cumplido su condena y quiera volver a la vida.

El soplo en el corazón es el primer y único disco de Family, otra vez la música, eterna compañera y tan generadora de estímulo para mis escritos. Hace veinte años de su publicación y pasa por ser uno de los mejores del pop español de todos los tiempos. Es el que escucha el preso en la cárcel, un tipo entre rejas pero con la suficiente sensibilidad para apreciar una obra así. Un grupo mítico, Aramburu y su compañero de apellido impronunciable, del que solo hay una foto en blanco y negro que alimentó para siempre su leyenda.

La cinta es el regalo para la puta, lo que pudo haber sido y no fue, la flor en el estercolero. Tres puntales para una vida. Sexo, las mentiras que cuenta la vida cuando la música calla y cintas de vídeo. Acabamos.


sábado, 26 de enero de 2013

MANÍAS


Antepenúltima explicación, si es que alguien la solicitó. Manías se hizo en doce horas. La chispa fue un documental en el que hablaban del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Varios enfermos, y sobre todo sus familias, hablaban de este dramático síndrome y de todas sus penalidades. Era desolador escuchar las narraciones de los afectados y de quienes convivían con ellos. No puedo olvidar la mirada absolutamente derrumbada del padre de una de las chicas, incapaz de emitir una palabra sin echarse a llorar, y la entereza y dignidad de la madre que hacía de tripas corazón. Abollados.

De los casos que allí salieron fui cogiendo cosas de unos y otros, fabulando un poco después al entremezclarlas, para crear al personaje protagonista. Me fui a la cama abatido, solo en la casa a oscuras, y creo que soñé con la historia. Al día siguiente cogía un autobús para ir a reunirme con mi familia a Suances. Era verano y hacía calor.

Lo escribí de tirón en las cuatro horas que duraba el viaje, en mi moleskine recién estrenada, regalo de mi cumpleaños cercano. No he vuelto a tener esa sensación al escribir. La chica de al lado, retratada en el texto, escuchaba música a través de sus auriculares y hacía unos dibujos maravillosos. Los dos juntos, tan cerca y tan lejos, un par de abollados rumbo a la playa. Levanté los ojos y allí estaba el mar verdoso que casi no recordaba.

Los enfermos mentales, suponiendo que éstos lo sean, siguen dando vueltas en mi cabeza. Los loquitos de Silentium tienen mucho de ellos y de otro documental que un día os contaré. De momento es todo.   

jueves, 24 de enero de 2013

LOS QUE NO BEBEN COCA-COLA


Uno de mis relatos favoritos. Génesis: Una noche en el bar Bacharach, el que regentaba el desaparecido Sergio Algora, a altas horas de la madrugada. Buena música, buen ambiente, copas, gente guapa... Celebración de la vida. Y entonces pensé en él, literalmente, en cómo estaría dos años después de muerto. Dos caras de una moneda.

La ida era mezclar una historia de amor con final trágico y una descripción científica de la actuación de los insectos sobre un cuerpo humano, las escuadras de la muerte. Todo ello salpicado de referencias musicales y un cierto intento poético en las descripciones. No sé si lo logré del todo pero se aproximó bastante a la idea inicial. Intercalar los dos planos buscando el contraste entre uno y otro.

En la parte central de nuevo una narración sin pausas, un retazo de una noche cualquiera en un bar cualquiera con un solo horizonte. Pasarlo bien. Quise generar alegría y caos, en mi cabeza la escena de la fiesta de la película Desayuno con diamantes y El guateque, ritmo y vértigo entre promesas y alcohol. Lo bien que lo pasaban los protagonistas hasta que ella se marchó para siempre. Y en polvo te convertirás.

El título alude a dos tipos de personas. Los que no beben refrescos porque apuran la vida con otras sustancias y los que no beben nada de nada porque están muertos. Yo tampoco bebo Coca-Cola desde el bombardeo de Iraq.


miércoles, 23 de enero de 2013

SOÑADOR


Éste va de toros, mejor dicho, de toreros. Son un ejemplo perfecto de abollados, personas especiales con un punto de locura o algo parecido. Me gustan los toros, lo que ocurre alrededor, ese mundo único y quién sabe si en vías de extinción. El drama, el triunfo, la magia, el contacto con la belleza en un círculo dorado. Hay que estar atento para captar el momento, ese pase a cámara lenta, esa pincelada irrepetible en el albero, un momento de conexión y plenitud que a veces ocurre y otras, la mayoría, no. Son artistas, sin duda, y más que el valor demostrado admiro su capacidad estética. En fin.

Se me ocurrió viendo un documental en C+ sobre Manuel Caballero, nombre que al final tomó el protagonista del relato. La mística, el miedo, la poesía, la hondura, la tristeza que me transmitieron aquellas imágenes hicieron ponerme en situación e imaginar la faena perfecta. Puede que sea el relato más lineal, el más claro, el que más puede merecer tal nombre pues creo que mis textos no se encuadran fácilmente en los cánones clásicos de tal disciplina. Al final, la muerte, inevitable, casi cósmica, la fusión del hombre y el animal. Hubo un tiempo en el que yo mataba mucho, el desenlace más evidente. Ahora ya solo lo hago si no queda más remedio, solo por necesidad.

Intenté hablar de esas gentes que viven persiguiendo un sueño, un chispazo. Los toreros no son de carne y hueso, se mueven en otra dimensión, son retazos de un pasado en blanco y negro, de un arte inventado para el cine y la fotografía. Seres maduros con apenas veinte años, con la templanza que da el mirar a la muerte reflejada en unos ojos llenos de agua, pestañas y moscas. El mito griego llegó hasta el siglo XX y nosotros somos testigos de ello.

Gente abollada y corneada. Lo demás es Literatura.  


lunes, 14 de enero de 2013

ALMENDRAS. HIEL Y AZÚCAR


Ocupa el lugar central del libro. Era el texto más largo y ambicioso al que me había enfrentado hasta la fecha. Surgió al intentar poner en pie, vana ilusión, la que denominamos Generación Guirlache. Pretendíamos encuadrar ahí a los escritores aragoneses nacidos alrededor de 1970 y el nombre era un guiño a la albaceteña Generación Nocilla de Agustín Fernández Mallo y alrededores. Para echados “palante”, nosotros.

Se trataba de contar una historia en la que el guirlache, uno de los dulces más típicos de nuestra tierra , fuera el eje de la narración. Yo lo enfoqué a modo de enorme alegoría, al igual que se pretendía agrupar a los escritores de la generación por muy distintas que fueran las almendras de las que procedían, siendo cada unos de los personajes los ingredientes del dulce unidos por la miel y el azúcar.

Está basado en hechos reales ya que el punto de arranque, el protagonista en la parada con una peluca en la mano, lo viví en primera persona a la salida del colegio de mi hijo. El autobús es un lugar recurrente en mis escritos, el sitio que ha servido de escenario para el desarrollo de diversas historias. Será que me he pasado buena parte de mi juventud viajando en el mismo, será que me parece un micro cosmos apasionante para el buen observador, o que es como una estación de tren o un aeropuerto en pequeñito –lugar de encuentros y despedidas-.

Las gentes que coinciden casualmente en ese trayecto sufren una especie de regreso en el tiempo cuando Guillermo, el protagonista tan ordenado y acostumbrado a la rutina, se coloca la peluca en la cabeza a modo de pequeña locura o rebeldía momentánea. Retrocede unos cuantos años y ve a sus compañeros de viaje en un momento bien distinto de su vida. El colmo es ver al niño convertido en espermatozoides que a modo de azúcar o anisetes recorren la barra imaginaria de guirlache que forman los pasajeros y el autobús. 

Introducir un elemento fantástico en una situación realista es un recurso que muchos han utilizado, sin ir más lejos Cortázar, para en ocasiones subrayar lo absurdo de la realidad. En el título se juega con los ingredientes del guirlache, y la miel se convierte en hiel, la vida agridulce por momentos amarga y por momentos edulcorada. En la parte central del texto se prescinde de los párrafos y se abigarran las líneas para intentar transmitir cierta idea de caos, de monólogo interior o torrente de imágenes. Me gustan esos momentos, en los que he intentado profundizar en algunos textos del hipotético segundo libro, Sentado en una silla helada.

Esto o algo parecido es lo que quería contar.  

   

sábado, 12 de enero de 2013

ÚLTIMO ASALTO


Este relato surgió en la habitación de un hospital. Hace dos años y medio, mientras España ganaba el Mundial de fútbol, allí estaba mi padre ingresado. En la cama de al lado, un viejecito parecía a punto de despedirse de esta vida. Su hijo le daba agua de un vaso por medio de una pajita y le decía: “Chupa, chupa más fuerte”.

Entonces se me ocurrió contar la vida de una persona a través de cinco episodios en la que alguien decía esa misma frase. Al recién nacido, al niño que se hacía hermano de sangre de su amigo, al joven que probaba las drogas, al adulto que practicaba sexo y al anciano del hospital que veía su vida resumida ante unos ojos que se apagan. “ Ginebra, semen, heroína, sangre, una calavera, un disparo”.

La chispa aparece en cualquier lugar, solo hay que estar atento a las historias que se mueven por ahí, a las que se ocultan en el lugar más insospechado. Es bonito imaginar, darle vueltas a las ideas y a las palabras por la cabeza. A veces se atraviesan un poco y hay que meterse los dedos en la garganta. Otras, ni por ésas.