Y Fin. Con esta “explicatio non petita” daremos por
cerrado el tiempo de Gente abollada. Justamente ayer, un año después de la
presentación del libro, me dieron la noticia de que, al parecer, Sentado en una
silla helada verá la luz en un plazo relativamente breve.
La iglesia de Gabor es el relato
que cierra el libro. Si el primero era un homenaje a Cortázar, este último es
un guiño a otro de mis autores favoritos, Gabriel García Márquez, el entrañable
Gabo al que ya se apunta desde el mismo título.
Surgió esperando el autobús, otra
vez fuente de inspiración aunque sea circunstancial, en una parada de mi
barrio. Un grupo de sudamericanos hablaban a mi lado acerca de un amigo que
acababa de abrir una boquetería. Al menos es lo que yo entendí. Sin duda se
referían a una bocatería pero me hizo gracia la confusión y el origen de la
misma. No me costó imaginar una tienda en la que vendieran boquetes.
Inevitablemente el realismo mágico vino detrás.
La primera frase, el primer
párrafo, los escribí en mi cabeza durante el trayecto de vuelta a mi casa. El
nombre del protagonista, la referencia climatológica, algunas palabras...
pretendía situar al lector en otro plano. Inicialmente el texto se quedaba por
la mitad, incluso lo llegué a presentar a algún concurso –sin éxito, huelga
decirlo- pero después lo fui alargando, hasta dejarlo tal y como se publicó,
pues creí que la historia aún podía dar para algo más.
Aquí termina la pequeña historia
de este libro. Empezamos una nueva aventura. Quedan todos invitados.
Hasta siempre.