viernes, 24 de junio de 2011

CÓMO SE HIZO: EL DE DIOS Y EL TROMPETISTA

Y en el principio fue Julio Cortázar. Claro, quién si no. El primer relatico bebe, en buena medida, en fuentes cortazarianas. De todos es sabido, y si no lo sabías yo te lo cuento, mi profunda admiración por el inolvidable cronopio argentino. Mi hijo se llama así, Julio -no cronopio, mi mujer no me dejó- por el gran Cortázar. Una de las citas iniciales es suya, de Rayuela, el libro de mi vida. En fin.

Empecé a escuchar jazz al leer Rayuela, modernísima novela, uno de los pilares de la narrativa en español del último siglo. Quedé deslumbrado a mis escasos 14 años. A lo largo de toda la obra casi se pueden oír los temas de los grandes del género: Miles Davis, Thelonius Monk, Gillespie... y por supuesto Charlie Parker. Los personajes respiran jazz en interminables discadas a miles de kilómetros de sus casas en la buhardillas parisinas. La Maga lo entendía todo, se metía en las improvisaciones, se atravesaba del sudor de los esclavos en Nueva Orleans. Mientras, Horacio no llegaba a vivirlo como ella y la envidiaba en secreto. Intuición y Razón, eterna dialéctica del Conocimiento. Pero no era esto lo que quería explicar.

En Dios es un trompetista negro, intenté trasladar algunas de las sensaciones que me provoca esta música. Me acordé del cuento de Cortázar, El Perseguidor, dedicado a Ch. P. en el personaje de Johnny Carter que busca continuamente algo que no se sabe qué es. La música puede salvarnos, un segundo de contacto con el más allá, como diría Alfaro, otra vez Alfaro. A veces se produce la magia, la emoción, la belleza... nada importa aparte de ese momento inolvidable, impagable, que compensa de tantas otras cosas que no merecen la pena.

La verdad está en las canciones, en la música, en el arte. Esa comunión perfecta que encuentras delante de un cuadro, de una pincelada, de dos notas encadenadas, sintiendo un muletazo con la izquierda, en un fotograma de una película que siempre termina haciéndote llorar, en una vidriera en una catedral en la que sin duda Dios anda escondido. Hace tiempo escribí otro relato, Machado que tocaba el piano en Soria, que tenía muchos puntos de contacto con esto que torpemente quería contaros. Allí fue Brad Mehldau en un concierto al volver de un viaje en el que vi Las Edades del Hombre. Por un momento, en la sala multiusos, con dos acordes de este pianista genial, fui absolutamente feliz. Es lo que busqué en este texto.

Y va el primero porque me gusta, claro, aunque dudé acerca de la colocación del mismo pues a veces he leído obras cuyos inicios me pasaron desparecibidos por no haber cogido el aire al ritmo y al mundo del autor. Al final también coloqué otro que me parecía destacable, cerrando un círculo que no sé si llegaré a poder explicar.

Acabo con unas palabras de una lectora, María, quien me dijo que no se había enterado muy bien de lo que leía -podría ser preocupante- pues no paraba de venirle a la cabeza la música que había escuchado en un club de Chicago en un viaje reciente. Me pareció un piropazo, con la cuarta parte me daría por contento, y por eso quería compartirlo con vosotros. Contigo. Gracias.  

miércoles, 8 de junio de 2011

EL PRIMER COMENTARIO: QUE TERMINÓ EN RESEÑA.

Esta mañana me he despertado con esta maravilla en mi correo electrónico. Es de agradecer que alguien compre tu libro, que lo lea en tan poco tiempo -con las vidas tan complicadas que llevamos- que le guste y encima te regale esta magnífica reseña. Mi compañero Miguel Ibáñez ha tenido la gentileza de hacerme, hacernos, este regalazo. Como te he dicho, cosicas así justifican todos los esfuerzos para parir a una criatura, abollada para más inri.

Muchísimas gracias, Miguel, de todo corazón.


GENTES ABOLLADAS

Estamos solos.

La puta que conoce al fin a un cliente que no desea ejercer su poder sobre ella, sino a alguien que le escuche. De igual a igual.
La puta que se encariña con él, porque necesita encariñarse. Un relación sin mentiras.
El hombre y su enfermedad, y sus manías y su psiquiatra y sus padres por los que siente lástima. Ni siquiera pide comprensión.
Solo pide respeto y le gustaría que le publicasen su libro.
Tú también. Porque te ahogas de rabia al perderla en un accidente. Porque la gente no debería morirse en verano. Porque la buscaste
en otros ojos. Porque quizá envidies a todas las criaturas minúsculas que han mantenido contacto con la persona que amaste y
junto a la que estás enterrado sin saberlo.
Alguien vomita su miedo en el lavabo del hotel. Todos sabemos que Manuel Caballero morirá. Él no lo sabe todavía. Aún tendrá que
pasear su soledad entre los fotógrafos, la policía y la capilla. Encontrará a su cliente (el toro), y, como la puta con el ex presidiario,
compartirá el juego y el mismo destino.
Guillermo tiene un trabajo rutinario. Aprovecha el viaje en autobús para dejar volar la imaginación y para aplicar sus dotes de observación
en los compañeros de viaje. Nos encontramos en un enjambre de complejos y frustraciones. Guillermo no quiere tirarse otros veinte años
viajando así, él aspira a coches largos en los que el cuero resbala y las mujeres se arrodillan. Pero todos sabemos que lo hará.
Qué decir de Martín que estuvo a punto de no cumplir el primer mes. Siempre necesitará depender completamente de otros. Siempre
en la cuerda floja. Siempre su madre. Mami tengo frío.
Sí. Tu amigo creyó que dejaba a la japonesita en su tierra. Quizá la historia más trágica. Un hombre enganchado a un amor imposible. O
a sus ramitas de mandarino.

Pero al final siempre habrá un Juan de Dios que nos permita la entrada a su boquetería. Que nos redimirá con su magia y su fantasía.
Y verá repleto su local con los aldeanos y gentes de los alrededores. Gentes abolladas. Porque todos necesitamos, como la niña,
un boquete por el que podamos ver el mar. Porque todos sabemos que Juan de Dios ha aparecido en todos los relatos del libro. En sus
manos están las crucetas de Guillermo, Manuel Caballero, Martín...Y mueve los hilos desde el respeto y la ternura.
Pero Juan de Dios, no debe temer nada. En Gabor no ha triunfado la revolución. Al final se atrevió a publicar el libro.


lunes, 6 de junio de 2011

EL INICIO

Querido lector:

Esto que tienes ante tus ojos pretende ser un cauce de comunicación entre tú y yo, alrededor del librico que me acaban de publicar. El recién nacido ya está en tus manos, espero que lo cuides para que se haga un hombre de provecho.

Tras un par de días he empezado a recoger vuestros comentarios: Que si soy un tío muy largo, que si el primero está bien, que si el otro no se entiende... En fin, diversidad de opiniones a bote pronto. Por eso he pensado que estaría bien habilitar un espacio en el que agrupar vuestas impresiones, en el que poder desgranar los relatos uno a uno, contaros lo que yo pretendía, lo que me inspiró, de dónde surgieron... 

Espero poder rellenar el genteabolladaquejasyreclamaciones para que quede una cosa interesante. La verdad es que la tenacidad no es una de mis virtudes, si es que alguna tengo pues ni las teologales, pero me gustaría llevar a buen puerto este proyecto que acaba de ver la luz sin pensarlo mucho. 

Y para ello vosotros sois fundamentales. En breve lanzaré el primer comentario sobre el relato inicial, Dios es un trompetista negro. Intentaré dar algunas claves, si me lo permitís, y adornar el texto con imágenes y sonidos, a modo de manual de instrucciones o guia para exploradores desorientados. No sé.

Podéis comentar aquí mismo o enviar un correo a jaloza2@gmail.com si os resulta más cómodo.

¿Me acompañas?